jueves, 11 de junio de 2009

MES DE CAMPESINO

Y llegó el mes de junio mes del padre, pero también del campesino; el campesino, quien es padre por excelencia, que lucha de sol a sol, con la mirada clavada en el cielo buscando la nube promisoria mientras el inclemente sol sofoca su rostro que suda a chorros gracias al golpe de machete en su labranza.
El campesino, padre y gran trabajador que debe esperar tres o seis o varios meses para cosechar los frutos de sus cultivos de pan coger, sufriendo en los restantes meses la carencia del necesario circulante para solventar el diario vivir, sin tener dónde vender lo poco que producen sus escasas gallinas o el pequeño queso, producto de la única, pero agradecida vaca de su corral; mientras el asfixiante neoliberalismo beneficia a los grandes agricultores como cafeteros y bananeros y cultivadores de flores; olvidándose del pequeño campesino quien provee la mesa de los opulentos; los opulentos que olvidan o desconocen las vicisitudes de ese ser que siembra la yuca, o el ñame, o la batata, o la ahuyama, o el guandú, o la Zaragoza; o, también, los frescos huevos de las criollas gallinas de postura o el delicioso queso campesino con la mantequilla de potrero.
Y, en este mes de junio, el gobierno se acuerda de los pobres campesinos solamente para regalarles irrisoriamente una rula o un hacha o un pico o una pala; y, como si fuera poco le enciman una botella de ron para que se emborrache a costa de la pobreza administrativa de sus gobernantes; además, algunos años anteriores obsequiaban el arado de un cuarterón de tierra o sea la cuarta parte de una hectárea donde no caben quinientos palos de yuca de una rosa cargada de ilusiones.
En todo caso, ya el campesino no cree en sus gobernantes ni en los famosos programas para los pequeños agricultores; tampoco en los pronósticos del tiempo divulgados en la gran prensa hablada, escrita y televisiva.
El campesino sólo cree en sus gallinas, en sus agradecidas vacas, en su burro y en la buena de Dios mientras piensa, entre golpe y golpe de machete, en el futuro incierto de sus hijos.
Demos gracias los campesinos creyentes porque cae un buen aguacero, guardando la esperanza que repita hoy y mañana y siempre; cantando el estribillo que nos enseñaron cuando niño

“Que llueva, que llueva
La virgen de la cueva
Los pajaritos cantan
La luna se levanta,
Que sí, que no,
Que caiga, que caiga,
Que caiga un chaparrón,
Pa’ lávame la cabeza
Con agüita y con jabón”

Escribió FERMÍN MOLINA VARGAS

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